>> EN BUSCA DEL GEN DE LA OBESIDAD...

Científicos españoles estudian si el sobrepeso y el cáncer tienen origen común 
En los países desarrollados cada vez hay más obesidad. La obesidad es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar cáncer. Estos hechos, combinados, están haciendo que no engordar empiece a ser considerado tan importante para prevenir el cáncer como no fumar, y también han convertido en un reto acuciante el esclarecer la relación entre obesidad y cáncer. En este contexto emerge una idea revolucionaria, a medida que los investigadores profundizan en las causas de ambas enfermedades...
¿Y si la obesidad y el cáncer tuvieran un origen común? 
Se engorda en el cerebro. Y en concreto en el hipotálamo, la región cerebral donde se regulan las ganas de comer —vía las sensaciones de saciedad y hambre—, y el gasto metabólico.
Son las entradas y salidas de energía en el organismo: la obesidad llega cuando sistemáticamente las calorías que entran con la ingesta superan a las que quema el metabolismo. El proceso está finísimamente regulado sobre todo por ciertas poblaciones de neuronas en el hipotálamo, que integran la información enviada en forma de hormonas por órganos periféricos como el intestino, el páncreas y la propia grasa corporal.

El estudio de todas estas señales químicas es un área en auge que en los últimos 15 años no ha dejado de producir novedades. Una de ellas es precisamente el hallazgo de que la capa de grasa corporal, el tejido adiposo, hace mucho más que simplemente añadir volumen o, como mucho, aislar: ahora se sabe que los michelines son un importante emisor de señales químicas al resto del organismo.

Pero por ahora ninguno de los avances logrados ha dado con una cura de la obesidad, un tratamiento farmacológico que regule la ingesta y el gasto calórico de forma que el organismo no engorde.

Uno de los hallazgos importantes de los últimos tiempos es que las neuronas también necesitan grasa —en el término técnico, lípidos—. Las neuronas usan los lípidos para fabricar moléculas con que se comunican entre sí. Se investiga la posibilidad de que la obesidad tenga que ver con que las neuronas del centro de control de la obesidad en el cerebro se hayan envenenado con lípidos tóxicos. Como los demás hallazgos recientes en este terreno, esta hipótesis elimina el sentimiento de culpa que a menudo ataca a los obesos, acusados socialmente de no saber contenerse. La obesidad no es resultado del pecado de la gula, sino “una enfermedad compleja producto de la interacción entre genes y ambiente”. Si se confirmara la teoría de la toxicidad de los lípidos, la obesidad —o al menos alguna de sus formas— aparecería en personas que producen en exceso estas grasas, para ellos venenosas.

Se sabe hace tiempo que determinados lípidos, cuando se metabolizan, generan moléculas tóxicas en distintos órganos del cuerpo. Pero la idea nunca se ha estudiado en el cerebro.
Si esa visión se confirma la obesidad y el cáncer podrían ser tratados como facetas distintas de un mismo síndrome en el que también cabría —quizás lo englobaría todo— el envejecimiento. Y puede que en un futuro baste con tocar unos pocos genes clave para curar ese síndrome y lograr así una vejez más tardía y más sana.